20 de abril de 2024

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A 50 años del triunfo de Cupeiro y el accidente de A. Vianini

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SE CUMPLEN 50 AÑOS… EN LAS FLORES

LA VICTORIA PARA JORGE CUPEIRO…

Fue un 4 de Octubre como hoy, pero de 1970, Las Flores era la convocatoria para los Sport Prototipos la competencia organizada por el LAS FLORES AUTOMOVIL CLUB, se dispusieron tres series y la clasificación final por suma de tiempos, la 1ra. serie la ganaba el «Nene» Nestor Jesus Garcia Veiga, seguido por Carlos Rusch y Jorge Cupeiro, esta seria la más rápida de las tres series, después la segunda serie fue triunfo de Carlos Ruesch, Jorge Cupeiro lo escoltaba y Hector L. Gradassi era el tercero, se largaba la tercera y definitiva Gradassi tomo la punta para adjudicarse la serie, Jorge Cupeiro sabedor que era el triunfador por tiempo no le fue a pelear al córdobes, para que entrar en posibles roses si el cometido estaba cumplido, tercero llegaba Mauricio Garcia, este fue el clasificador:

Pos. Piloto – Chasis/Motor – Tiempo/Dif.
1º Jorge Cupeiro – Baufer/Chevrolet 53m 29s 3/10
2º Hector L. Gradassi – Formisano/Ford a 26s 9/10
3º Carlos Ruesch – TS/Chevrolet a 43s 6/10
4º Norberto Pauloni – Vicente/Chevrolet a 57s 2/10
5º Cesar Malnatti – Liebre III/Tornado a 1m 54s 5/10
6º Gaston Perkins – Liebre III/Tornado a 2m 53s 9/10

El promedio del ganador fue de 186km 778 metros x hora.
El récord de vueltas para Garcia Veiga con 1m 8s 3/10 a 194km 705 metros por hora, logrado en la primera serie.

PASARON 50 AÑOS… LE CAMBIABA LA VIDA A …ANDREA VIANINI… SUFRIA UN TERRIBLE ACCIDENTE…

Fue un día como hoy, Andrea Vianini, piloto y playboy, era una figura legendaria dentro del deporte argentino, literalmente volaba en uno de los curvones del autodromo de Las Flores, quedando postrado luego del tremendo accidente que sufriera el 4 de octubre de 1970 en Las Flores. Veintiséis años después escribió sus memorias en un libro de alto contenido emotivo. Este es un pequeño resumen del mismo.

Así lo contaba en su libro…
«El 4 de octubre de 1970 corrí mi última carrera: fue en Las Flores a bordo de un Baufer-Chevrolet. Se repetía el Gran Premio de abril de ese año, en el cual, después de puntear toda la carrera y ganar la serie, tuve la mala suerte de que el auto me dejara a pie. Esta vez quería tomarme la revancha. Empecé con el pie izquierdo y cuando salí a clasificar tuve problemas con los frenos porque el pedal se me iba a fondo y perdí la pole position. ‘Una de las cubetas de la bomba tiene una fuga’, me explicaron los mecánicos. Clasifiqué segundo detrás de García Veiga. Como la carrera era al día siguiente, opté por irme a La Concepción con Germán Sopeña y otro periodista de Corsa. En la estancia me esperaba un tropel de amigos, encabezado por Cristiano Rattazzi, que acababa de llegar.
Después de comer tomé un whisky y fui a acostarme. Empecé a dar vueltas en la cama. ‘No tengo ganas de correr’, pensaba, y me asusté, porque por primera vez el derrumbe de mi vida se colaba en mi pasión por los fierros. Dolores dormía a mi lado. En esos días nuestro alejamiento era mayor que nunca, pero cuando la sentí respirar despacio la miré con ternura; algo muy fuerte renació en mí, y me puse a acariciarla. Se despertó y ejecutamos algo que ya era un rito: peleados o no, antes de cada carrera hacíamos el amor.
-«Hoy va a pasar algo malo», le dije cuando terminamos.
-«No digas pavadas», me contestó.
Todos se excitaban haciendo pronósticos favorables. Todos menos yo. En lugar de entusiasmarme con la idea de una inminente victoria, preferí algunos comentarios acerca del prototipo que estábamos preparando. El Baufer era una especie de Frankenstein hecho con retazos y lleno de injertos, en cambio el auto que me preparaba el ingeniero Pedro Campo, en esa época un genio indiscutido, era otra cosa. Estábamos construyendo un prototipo desde cero; chasis y carrocería especialmente diseñados y un motor Chevrolet 250 con toda la complejidad mecánica posible. Esperaba mucho de esa máquina, porque iba a ser terriblemente PASARON 50 AÑOS… LE CAMBIABA LA VIDA A …

ANDREA VIANINI… SUFRIA UN TERRIBLE ACCIDENTE…

Fue un día como hoy, Andrea Vianini, piloto y playboy, era una figura legendaria dentro del deporte argentino, literalmente volaba en uno de los curvones del autodromo de Las Flores, quedando postrado luego del tremendo accidente que sufriera el 4 de octubre de 1970 en Las Flores. Veintiséis años después escribió sus memorias en un libro de alto contenido emotivo. Este es un pequeño resumen del mismo.

Así lo contaba en su libro…
«El 4 de octubre de 1970 corrí mi última carrera: fue en Las Flores a bordo de un Baufer-Chevrolet. Se repetía el Gran Premio de abril de ese año, en el cual, después de puntear toda la carrera y ganar la serie, tuve la mala suerte de que el auto me dejara a pie. Esta vez quería tomarme la revancha. Empecé con el pie izquierdo y cuando salí a clasificar tuve problemas con los frenos porque el pedal se me iba a fondo y perdí la pole position. ‘Una de las cubetas de la bomba tiene una fuga’, me explicaron los mecánicos. Clasifiqué segundo detrás de García Veiga. Como la carrera era al día siguiente, opté por irme a La Concepción con Germán Sopeña y otro periodista de Corsa. En la estancia me esperaba un tropel de amigos, encabezado por Cristiano Rattazzi, que acababa de llegar.
Después de comer tomé un whisky y fui a acostarme. Empecé a dar vueltas en la cama. ‘No tengo ganas de correr’, pensaba, y me asusté, porque por primera vez el derrumbe de mi vida se colaba en mi pasión por los fierros. Dolores dormía a mi lado. En esos días nuestro alejamiento era mayor que nunca, pero cuando la sentí respirar despacio la miré con ternura; algo muy fuerte renació en mí, y me puse a acariciarla. Se despertó y ejecutamos algo que ya era un rito: peleados o no, antes de cada carrera hacíamos el amor.
-«Hoy va a pasar algo malo», le dije cuando terminamos.
-«No digas pavadas», me contestó.
Todos se excitaban haciendo pronósticos favorables. Todos menos yo. En lugar de entusiasmarme con la idea de una inminente victoria, preferí algunos comentarios acerca del prototipo que estábamos preparando. El Baufer era una especie de Frankenstein hecho con retazos y lleno de injertos, en cambio el auto que me preparaba el ingeniero Pedro Campo, en esa época un genio indiscutido, era otra cosa. Estábamos construyendo un prototipo desde cero; chasis y carrocería especialmente diseñados y un motor Chevrolet 250 con toda la complejidad mecánica posible. Esperaba mucho de esa máquina, porque iba a ser terriblemente competitiva.
El pobre Baufer, en cambio… Entre eso y mis dramas personales estaba tan triste que íntimamente llegué a considerar con seriedad la posibilidad de no ir a correr. Me di ánimos: ‘Es la última carrera con este auto. La próxima va a ser mejor’. Y salí para Las Flores. Todo fue como un sueño. Casi sin darme cuenta me encontré en el auto, me ataron los cinturones, dos arriba y uno en cada pierna, bien ajustados. Me pusieron los tapones en los oídos. El casco se deslizó en mi cabeza. ¿OK? Pulgar arriba. OK. Di dos vueltas previas reconociendo las curvas, tomé el curvón grande a fondo y me reencontré con el placer de una trayectoria bien lograda. Las pulsaciones empezaron a subir, la fuerza irresistible de manejar me absorbió y dejé de pensar en mis problemas para concentrar toda la atención en el manejo. Dolores tomó los tiempos. Buenos, muy buenos. ¿Abandonar la carrera?. Me reí solo.
Largué en primera fila, del lado de afuera. En la otra punta estaba García Veiga. Por el espejo vi a Cupeiro, Ruesch, los pilotos de Ford y Chevrolet… Apreté el acelerador a fondo para escuchar el motor. No aceleró. Saqué la mano para avisar atrás. El largador era Froilán González, me vio, y vio a mis mecánicos tratando de detectar la falla. Teóricamente, una largada no se para, tendría que haber regresado a boxes a arreglar mientras los demás comenzaban a correr. Pero Froilán me conocía bien porque me preparaba los motores, y decidió parar; me dio una mano para no quitarme posibilidades. Cuando reparamos el auto, se largó. Empecé bien. García Veiga punteó de entrada, imparable, con todas las luces y a bordo de un autazo, pero conseguí colocarme segundo. Ruesch venía tercero y Cupeiro cuarto. Aunque García Veiga me sacaba medio segundo por vuelta, mantuve mi colocación sin dificultad; rezagado y tomando las curvas con decisión, no me arriesgué a cometer errores.

Compilación : Guillermo Blanco Bahía Blanca

 

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