Alberto Fernández se impuso con el 48% y será presidente
2 minutos de lecturaAlberto Fernández se convirtió ayer en el noveno presidente de la Argentina desde el retorno de la democracia al imponerse con más del 48,03% y hoy iniciará el proceso de transición con el saliente mandatario Mauricio Macri, para evitar nuevos cimbronazos que agraven el escenario de la economía.
La polarización pareció beneficiar más al oficialismo que al Frente de Todos: Macri cosechó el 40,44%, lo que habla de una mejora de 8,64 puntos sobre las primarias.
El Frente de Todos, con Fernández y su compañera de fórmula Cristina Kirchner, consiguió replicar el triunfo del 11 de agosto, con el 96% de las mesas escrutadas.
Ahora, sin las grandes incógnitas en el plano político que tanto acuciaron al país en los últimos meses, todas las miradas apuntan a lo que sucederá en los 44 días que restan hasta el 10 de diciembre y a las dificultades urgentes que exigirán gobernabilidad y el fin del fuego cruzado.
Los números que arrojaron los comicios de ayer exigen responsabilidades compartidas. Atento a esa situación, Macri fue el primero que anoche salió a manifestar su voluntad de acompañar el proceso de cambio de mando. Llamó por teléfono a Fernández para felicitarlo y lo convocó a compartir hoy un desayuno en la Casa Rosada para coordinar “una transición ordenada que lleve tranquilidad a los argentinos”.
El mandatario saliente llamó a trabajar por un “proyecto común que incluya a todos los argentinos”. “Estamos comprometiéndonos los dirigentes de Juntos por el Cambio, desde este nuevo lugar, a seguir trabajando por el futuro de los argentinos, ejerciendo una oposición sana, constructiva, responsable”, garantizó.
Más tarde, Fernández confirmó su presencia en ese encuentro y también se comprometió a colaborar porque, remarcó, “lo único que nos preocupa es que los argentinos dejen de sufrir”.
“Me reuniré con el presidente Macri y empezaremos a hablar del tiempo que queda, sabiendo que hasta el 10 de diciembre el presidente es Macri”, dijo Fernández.
Fuente: La Nación