Malvinas, un aniversario diferente
2 minutos de lecturaEn 1982, Argentina vivía los estertores de una sangrienta dictadura militar que había comenzado seis años antes. El 2 de abril de ese año, Leopoldo Fortunato Galtieri, presidente de la junta de gobierno, ordenó el desembarco de tropas en las Islas Malvinas, un archipiélago al que en 1833 llegaron buques del Reino Unido con tropas que expulsaron a la población argentina que las habitaba. Desde entonces, Buenos Aires mantiene su reclamo histórico de soberanía sobre el territorio, al igual que los británicos, que las conocen como Falklands.
Para muchos, Galtieri buscaba un éxito militar que revitalizara la ya desgastada dictadura atenazada internacionalmente por denuncias de violaciones a los derechos humanos. El militar vio en Malvinas la oportunidad y explotando el genuino sentimiento patriótico de millones de argentinos, se lanzó a la aventura militar con soldados que en muchos casos no llevaban equipamiento adecuado para el gélido otoño austral. Muchos de los combatientes no llevaban su identificación, al igual que los marinos mercantes que colaboraban en navíos argentinos. Por eso, en parte, de las 230 cruces, 121 no tenían nombre.
En la Guerra fallecieron más de 600 argentinos. Cientos quedaron en el mar, pero 238 fueron recuperados por un capitán británico que creó un cementerio para darles sepultura. Muchas cruces quedaron sin nombre hasta que una minuciosa investigación forense les devolvió la identidad.
En el cementerio Darwin hay, por lo tanto, 230 cruces blancas, todas iguales. Rodeadas de estepa y viento, al borde de un mar helado. Están en una costa solitaria de una isla que se llama precisamente Soledad, la mayor de las Malvinas, en el Atlántico Sur. Pero el lunes pasado el cementerio se pobló de cientos de personas. Eran las familias de los sepultados, los caídos argentinos en la guerra entre Argentina y Reino Unido de 1982 por el control del archipiélago, que esperaron 36 años para saber cuál era la cruz de su hijo, de su padre, de su hermano, de su novio.
Por primera vez podían ver el sepulcro con el nombre de su ser amado. Llantos, abrazos a las cruces, manos acariciando los nombres en las placa de mármol negro a estrenar. Ese dolor del principio poco a poco se fue transformando en dicha, relata Sergio Aguirre, hijo de uno de los 90 caídos reconocidos por muestras de ADN que recuperaron gracias a un extenso trabajo realizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Por esa razón, sin dudas, este aniversario que se cumple no será igual a los demás. Hoy noventa familias saben donde están sus héroes caídos y pueden homenajearlos y recordarlos como tanto tiempo estuvieron deseándolo.